martes 21 mayo
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Relatos cortos sin recortar (2 de Mayo de 2014)

Ponte la ropa tirada en el suelo, vístete, tu desnudez me asusta como me horrorizaba otrora la fosca e intensa oscuridad en las noches de tormentas inhumanas; y cuando yo era un niño pequeño al que desvalido le faltaban los brazos amamantes de una madre amada que despacio me adormeciera lejos del sonido de los terribles truenos y de la claridad tan espantosa de los relámpagos.  Viste tu cuerpo desnudo que electriza mis sentidos masculinos y sexuales, vete de mi cama sencilla y republicana que acoge los momentos más sublimes de las pasiones amorosas que dejan una huella indeleble para toda la vida, sal de esta casa de alegre silencio tenue y de cultura sin estridencias que no posee el sonido y la pretensión de ser superior a la del resto de todos los hombres que son iguales.

Aleja tu vida de mi vida plácida y sencilla, márchate ligera a los estadios temporales que cubren de oro los cuerpos desnudos de las hembras que sólo buscan riquezas para ocultar su lerda ignorancia y su apetito por lujos extraordinarios que todos los días las mime como a ídolos que están metidos en jaulas de metales preciosos que fulgen adornadas con finísimas pedrerías inmundas que esclavizan como meretrices yugos envilecidos. Escápate de mi sangre honesta que es roja como una revolución que se eleva por encima de la puta esclavitud laboral y económica, sal fuera de mis lugares libres del deshonor que se produce al ser un delincuente ladrón de lágrimas que subyuga con la explotación del hombre para con los hombres dignos que solamente poseen el trabajo honrado, ¡también el más canallesco de los desempleos!, que realizan con el trabajo de las encallecidas manos.

No vuelvas jamás, nunca, a mi humana vida, envilécete en ilotas salones y lechos asiáticos que producen náuseas hasta a las cortesanas más prostituidas con sus cuerpos manchados por las babas de los poderosos canallas adinerados. Huye a los retretes de platino con fétido olor a excrementos que producen escozor y pústulas en la piel leve y en las vísceras de los seres humanos que son honrados porque no se venden a la vileza de contar dinero revolcándose en billetes de curso legal.

 

 

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