martes 21 mayo
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Relatos cortos sin recortar (31 de Marzo de 2014)

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El aliento de la rata lo enloqueció. Lo erotizó. Lo puso tan cachondo que su corazón latió a dos mil por hora. Había besado al múrido hembra en sus fauces. Y mientras que también la rata se dejaba acariciar tiernamente por las manos de aquel científico que la había reproducido en el laboratorio universitario para experimentar con ella, el docto científico tuvo una erección bestial y un éxtasis totalmente satisfactorio mientras la sobaba muy despacio. Su ayudante, una mujer joven, inteligente y bella, doctora en Biología, que estaba presente en ese momento en el laboratorio, lo miro con un asco tremendo que no supo ni pudo disimular. Estaba cabreada y asqueada. Roja de ira. Y se marchó del laboratorio dando un tremendo y bestial portazo que hizo que se rompiesen varios de los cristales de la puerta, aunque el científico nada escuchó porque estaba en otro mundo erótico muy placentero para él. Y en ese mismo día, ella presentó su dimisión. El científico ya había pretendido tener con anterioridad relaciones sexuales con una cobaya blanca como la flor del almendro, y con la que pretendió hacer el amor muchas veces sin poder penetrarla. El científico está casado felizmente. Asiste a los oficios religiosos a diario. Y es padre de nueve hijos porque su religión ultra le impide copular con preservativo o con los fármacos pertinentes que prevén los embarazos en su esposa. El científico es celoso, e impide que su esposa salga a la calle sin compañía.

 

El científico y la rata son felices en el laboratorio de la universidad privada en donde él investiga e imparte docencia. Mantienen una relación sexual estable. Y muy erótica en el laboratorio con mimos y arrumacos a diarios. Y ya ha llegado un nuevo ayudante que posee los mismos gustos sexuales que el científico. El ayudante, también felizmente casado y con menos hijos que el maestro, ha iniciado otra relación sentimental con una rana verde de las que sirven para diseccionarlas por los alumnos y que éstos conozcan sus órganos internos. El científico está encantado con su ayudante. Se han hecho más amigos que borricos. Y le ha propuesto que hagan una sesión de erotismo completo con la rata y la rana, intercambiando las parejas en una orgía que los va a llevar a varios éxtasis. Aunque la vieja primate, la chimpancé, a la que se le perdonó la vida al llegar a una edad que ya no servía para los experimentos del laboratorio, tan celosa o más que una mona enamorada perdidamente del científico, piensa en denunciar al Rectorado las prácticas sexuales tan anormales del científico y su ayudante con la rata y la rana. El científico que sospecha esta estrategia, la vigila de cerca para impedir la delación de la mona. Y trama asesinarla por medio de una autopsia sin que la hembra chimpancé haya muerto previamente. El científico, también intentó mantener otra relación amorosa con una serpiente de cascabel adulta, y a la que le ordeñaba el veneno para crear un antídoto.

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