martes 21 mayo
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González XIX) (15-5-2015)

El ciudadano perruno Igor González (XIX)

 

El perruno ciudadano se desternilla con las promesas electorales de los políticos. Todos los políticos, ahora están prometiendo las más variadas y variopintas cosas a realizar a favor de la ciudadanía, esas promesas que jamás han sido capaces de realizar. Y a pesar de que estuviesen reflejadas muchas veces en sus programas electorales. El perruno ya no vota. No cree en los partidos políticos. El perruno está saturado de la partidocracia de las formaciones políticas españolas. Y está al borde de la locura con el bipartidismo que parece que no va a tener la fuerza de antaño, y porque el votante se ha dado cuenta de que las formaciones políticas solo trabajan para ellas y sus votantes, simpatizantes y afiliados. Los demás ciudadanos no cuentan para ellos. El bien común es una falacia. Y la igualdad de toda la ciudadanía es una mentira absoluta en esta democracia que es casi orgánica. La democracia actual en España, sintiéndolo mucho, es lo más parecido a una dictadura democrática. Ahora existen caciques nuevos que dejan al pie del suelo a los antiguos caciques de toda la vida. Y las corrupciones políticas son dignas de los países tercermundistas.

 

Hoy el ciudadano perruno Igor González, ha llegado mucho más temprano a la casa de su padre. Y porque su progenitor lo ha invitado a comer merluza a la vasca. Un guiso que su padre cocina con esmero y mucho cariño. Y que lo adereza con almejas, gambas, calamares y esa merluza de pincho que es tan enorme como un escualo que se precie de ser un devorador de hombres. Su padre ha preparado también un vino blanco de Castilla la Mancha, y que todavía lo tiene en el frigorífico para servirlo bien frío. Igualmente su señor padre ha realizado una ensalada de espárragos trigueros, los que se crían salvajes, tomate, cebolleta y lechuga, y que él se ha inventado para sorprender al perruno en este almuerzo que será la antesala del relato que le tiene preparado. El perruno ciudadano se ha puesto como loco, y cuando su padre le ha comunicado en menú del día. La merluza le encanta al ciudadano perruno. Y también las ensaladas. Y los relatos de su padre…

 

“Mi hermana Carmen tenía unas amigas de buena familia. Niñas de los colegios católicos de pago, esos de misa todos los días sin excepción. Entonces todas las niñas se llamaban María de lo que fuera en estos estadios temporales españoles, y porque las niñas tenían que tener nombres que debían de estar contenidos en el santoral cristiano. Y sus apellidos, tan rimbombantes o menos grandilocuentes, eran los más granados de una Granada provinciana con una fofa burguesía acrecentada y enriquecida después de la guerra civil con la victoria del régimen franquista y su ejército. Mi padre ganó la guerra civil de los españoles contra españoles, pero le puso a mi hermana de nombre María de Carmen. Y no María Victoria, y como le ponían a otras niñas sus padres que no eran republicanos. Mi padre tampoco era republicano. Eran niñas rollizas y con pecas. Niñas de faldas plisadas y pelo recogido en rodete o trenzas. Unas niñas ralas atemorizadas. Aunque cuando jugaban, a algunas les gustaba mucho toparse con los niños en las oscuridades para hacer pecados maravillosos, esos que después el cura castigaba con más avemarías y padrenuestros a rezar como penitencia. Había una amiga de mi hermana, María de los Dolores, que se comía los penes de los niños, chupándolos, como si fuesen un pirulín de fresa y menta. Y que de mayor fue una experta consumada en felaciones matrimoniales y extramatrimoniales. María Dolores la chupaba como si la vida se le fuera en ello. Y a su marido, también a sus amantes, los volvía del revés.

 

En aquel día de cumpleaños en casa de la amiga de mi hermana Carmen, María Teresa lo celebraba con una fiesta para sus amigas de colegio, sus primas hermanas y otras niñas bien de su misma clase social alta. Globos en el techo y todas las niñas vestidas de punto en blanco. Bebidas refrescantes y bocadillos de jamón. Galletas y caramelos de sabores variados. Y una enorme tarta helada de buen chocolate y mejor nata con las velas que acreditaban los años que en ese día cumplía María Teresa. Los padres de María Teresa sin presencia oportuna, pero con una Tata que vigilaba extremada todos lo movimientos de la fiesta de cumpleaños, y para que no hubiera presencia alguna del niño de la casa y su amigo Paquito. Y porque ambos dos eran niños de atar a la pata de la cama cuando había alguno de los actos a celebrar por la niñas. Luis y yo éramos considerados como diablos menores. Y que si no la hacían al principio la hacían al final. Y por ello deberíamos estar alejados de las fiestas de las niñas. Luis era un diablillo y yo su ayudante. O al revés. Apaleábamos a las niñas sin piedad. Y las tocábamos portados los sitios. Y a algunas se les gustaban los tocamientos mucho más que las galletas, los bocadillos, los refrescos y los trozos de la tarta de chocolate y nata.

 

Y no pudimos apalear a las niñas ni meterles mano. Ni siquiera pudimos acercarnos al salón de la casa en donde se celebra el notable cumpleaños. Nos habían confinado en la habitación de Luis bajo llave. Nos asomábamos a las dos ventanas y lanzábamos horrendos chillidos y burlas para asustar a las niñas. La Tata nos amenazaba con decirlo a los padres de María Teresa y que éstos castigaran a Luis, y a mí por simpatía. Pero los gritos los dábamos aún más fuertes y las amenazas menos veladas. Oíamos las risas de las niñas con sus juegos estúpidos. Y nos enfurecíamos. Les habían puesto canciones de las folklóricas, y las niñas las cantaban al mismo tiempo. Las niñas hablaban de lo ricos que estaban los bocadillos de jamón. De que los caramelos sabían a gloria. Y de que se comerían la tarta de chocolate y nata en un santiamén sólo para ellas. Histéricos, tanto Luis como yo, ideamos defecar en los suelos y extender la mierda por las paredes impolutas de la habitación regia de Luis. A Luis lo apalearon y castigaron un mes sin salir a la calle. Y a mí, mi madre me corrió con la zapatilla justiciera y también estuve un mes encerrado en mi habitación.

 

Y nos vengamos bien de las niñas más tarde. A Maria Teresa, le metimos hierbas en su sexo, en su vagina. A su hermana María Cristina, la operamos de la lengua metiéndole caca seca de gato en la boca. Y a mi hermana Carmen, no tuvimos el suficiente valor de tocarle ni un pelo, y porque ella nos empalizaba a los dos al mismo tiempo. Mi hermana Carmen era una furia, y les partía la cara a todos los niños del barrio. Nunca nadie fue capaz de pegarle a mi hermana Carmen, pero ella le dio palizas al más pintado. Carmen era la más dura de toda la pandilla, y le gustaba ir con nosotros de patrulla y de guerrilla contra los niños de otros barrios. Estaba presente cuando le saltaron el ojo a Víctor de una pedrada. Y también participó en la rotura de cristales de una vecina incómoda. Mi hermana Carmen, tenía más huevos que nadie. Se cayó de una higuera y se partió el brazo, y nos enteramos a la hora de la comida porque se le caía la cuchara al asirla. Siempre fue la más dura. Y la más rubia. Y sus ojos fieros eran dos trozos de un verde tan claro que todavía me asusta por su belleza. Mi hermana Carmen, ahora es tan mansa como una abuela cabal. Y todavía sabe apedrear con la gran precisión de un pastor, aunque sin la honda”.

 

El ciudadano perruno Igor González, ha escuchado a su padre con atención y cariño. Y se ha jalado la merluza con apetito y regusto. Al perruno le gusta mucho el pescado. Y se ha bebido varios vasos de blanco muy frío. Y ahora ya está en su apartamento con el deber de transcribir lo que ha grabado del relato de su progenitor. Todos los relatos los va hilando, y con la intención de construir una nueva novela. Aunque todavía está en la duda de la editorial a la que le va a llevar este nuevo trabajo novelístico. El perruno está bastante cabreado con lo poco, con lo poquísimo, que se lee en España. Y a pesar de que las editoriales españolas son de las que más libros editan todos los años. No hay cultura de leer en este país. Tampoco se compra la prensa. El español normalmente lee a los medios de comunicación escritos en los bares, y cuando va a tomar café de mañana o cuando al mediodía se toma unas cervezas o unos vinos con tapas. El español es uno de esos ciudadanos que al mediodía almuerza con las tapas de las cervezas o de los vinos. ¿Cómo iba a comprar la prensa escrita? El perruno ciudadano siempre ha pensado que la máxima que expresó un ministro franquista que más tarde fue demócrata, “España es diferente”, es auténticamente una de las verdades más verosímiles del mundo mundial y referido a este país.

 

El ordenador del perruno echa humo negro como las máquinas antiguas de los trenes de carbón. Aunque le cuesta mucho trabajo pasar las palabras de su padre al ordenador con los cascos puestos y la grabadora también echando un denso humo endrino. Existe en el ralo apartamento de alquiler en el que mora el perruno, un silencio monacal que solo se ve alterado por los ruidos atroces de las motocicletas y por los movimientos sísmicos de alta escala que originan los vecinos que viven encima. Los españoles no son adoradores de la convivencia pacífica. Son unos folloneros sistemáticos. Y a los que se les recuerda constantemente, hay que hacerlo siempre, que existe desde tiempo atrás una municipal normativa para la convivencia. Esa que se pasan por el forro los desaprensivos vecinos.

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